Hemos
vivido y disfrutado un viaje un poco distinto pero muy bello. Salimos los tres,
con Martín y Nick de la parroquia el día de la independencia por la mañana. No
muy temprano pero sí acompañados por el sol naciente y un viento sur que nos
acompañó a lo largo de toda la jornada. Paramos a rezar en el Maruchito y nos
detuvimos un rato en Aguada Guzmán a conversar con la comisionada del paraje
por algunos problemillas que habías tenido en la capilla. Desde hacía casi un
mes, operarios de la empresa que está instalando el gas en los paraje la habían
pedido como alojamiento, pero sin solución de continuidad, el mismo templo se
había convertido en el galpón para dejar los caños y herramientas.
En
Naupa Huen al llegar, nos esperaba Canale y con él, mientras calentábamos el
locro, pudimos reparar el tractor: no era nada grave, simplemente tuvimos que
destrabar la caja, pues recuerden que no está sincronizada. LA BATERÍA DEL
TRACTOR ESTÁ MUERTA! Habrá que llevar una adecuada. Almorzamos e hicimos sobre
mesa con gente de la comunidad: el comisario Matu, el excomisionado Luis
Vezpalko, la exsacristana doña Blanca y, obviamente, el gomero/mecánico don
Canale. Charlamos sobre las elecciones. Alrededor de las 15 horas comenzamos a
hacer la instalación eléctrica del Galpón, trabajo que nos llevó cinco horas. ¡Felicitaciones a los herreros y constructores del
Galpón, está muy bueno para acopiar material y trabajar dentro de él! Instalamos
cuatro tomas, dos lámparas interiores, un foco exterior con fotocélula de
encendido, una térmica general del galpón y conectamos con la caja de entrada
de la casa de los voluntarios. Dos personas del lugar nos recomendaron CERRAR
CUANTO ANTES EL GALPÓN EN SU PARTE SUPERIOR pues hay casos de “rateraje”. Lo
mismo con la herramientas que están en el patio inferior de la casa del
voluntariado: carro, rastra y arado. El tractor estaba bien guardado en el
galpón y cubierto por un polietileno. No nos dio tiempo para emparejar el morro
donde irán ubicado la tarima que está organizando Mariano. Cenamos solos, pero
tuvimos la grata sorpresa de encontrar reunida a la Laura (la nueva
“coordinadora”) con otras ocho mujeres jóvenes, charlando de la vida, luego de
la pobre feria realizada al caer la tarde (no fue el día más indicado pues hubo
acto patrio). Trajimos para REPARAR EL TERMOTANQUE ELÉCTRICO DE LA PIEZA DE LA
CAPILLA (alguien sin querer lo dejó funcionando al máximo, debe haber hervido
horas o días y se quemó la resistencia, al parecer). Otro dato, por la mañana,
descubrimos que el tubo de gas de la pieza ya se acabó, los que vayan
próximamente LLEVEN UN TUBO DE GAS Y REEMPLACEN EL ANTERIOR (no lo trajimos por falta de espacio).
También se acabó el agua a la mañana : LA BOMBITA NARANJA NO ESTÁ ARRANCANDO
BIEN.
Partimos cuando
todavía estaba oscuro (“dawn”
según nos explicó el profesor de inglés, el amanecer antes que aparezca el sol,
algo así como nuestro “clareando”).Llegamos al cañadón Trapalco y allí nos
tomamos unos mates con Castelblanco que nos tuvo que orientar pues el camino
que pensábamos tomar hacia la casa de la familia Carus está destruido e
intransitable desde las lluvias de abril del año pasado. Le dejamos una manta
tejida por la bellas arañitas que dan calor y ternura desde caritas y cruzamos
varios cañadones hasta llegar a la casa del viejito Epulef, cerca del
Michihuau. Otra manta y cambio de recorrido por sus consejos: bajamos por un cañadón arenoso haciendo
huella, pisamos un alambrado para poder pasar pues no había tranquera, cruzamos
un arroyo y logramos subir el bordo hasta encontrar el camino que nos había
recomendado nuestro primer cebador. Debo reconocer que si no fuera por el ánimo
de mis dos compañeros, yo me hubiera echado para atrás. Pues en el recorrido
del día encontramos tres vehículos rotos y tirados, otro pinchado… ¡Realmente
no hay caminos! Conocimos a los hermanos Meyer con los que mateamos buen rato
contando anécdotas del Padre Petty sj y ahora del Padre Guillermo sj a quien
estiman mucho, y sus misioneros (los cordobeses). Retomamos camino y llegamos a
la familia Carus, que también llegaba pero de Mencué. Soledad, una de sus
hijas, está en el Hogar san Cayetano estudiando la secundaria. Mientras la mami
y sus hijas cocinaban, nosotros con el “gato” (el papi) y sus dos hijos
instalamos la bomba de agua. Milagrosamente descubrimos que poniendo la bomba a
mitad de altura (eran 12 metros de profundidad) se daba maña para sacar el
agua, es decir, tenía suficiente fuerza para succionar 6 metros y para impulsar
otros 6 hacia arriba.. Antes el agua pasaba al nivel de la casa, incluso años
atrás tuvieron chacra con alfalfa, pero luego de las tormentas del año pasado
el agua socavó un cañadón y ahora pasa más de diez metros por debajo del nivel
de la vivienda. Almorzamos en familia, tomamos un buen café, hicimos varios
arreglos de la instalación original de 12 vol (hecha por los misioneros)
agregando otra lámpara, mejorando la distribución, colocando batería nueva y
cargador para celular. Caía la tarde y aún teníamos que “salir” del cañadón
Quilimalal, como se llama toda esa zona. Nos gustaría invitar a los que hacen
turismo aventura con sus 4x4 que se animaran a transitar lo que la gente hace
con viejas camionetas o autitos no adecuados (así van quedando tirados, eso es
verdad)!!! Toda la huella destrozada y en muchas partes sin nada marcado, entre
piedras, zanjones y arena. El Paisaje una belleza, con el sol regalando su
paleta de amarillos, ocres y naranjas entre los peñascos. Visitamos un par de
puestos más, y allí la estrella fueron las mantas de caritas. Los últimos dos
viejitos que las recibieron se emocionaron y uno hasta lagrimeó cuando
comprendió que era un regalo, porque sí, por cariño y por fe. Nos contó su
historia y cómo había sido criado por los salesianos en Cipolletti. Ya en el
camino conocido dimos con la estancia la Angostura (a 15 km de Mencué) y
decidimos volver a casa, sabiendo que el camino estaba muy bueno por el paso de
las máquinas. Una parada en El Cuy para ver el “estadio de noche con las luces
encendidas”. Además del cansancio y el gusto por lo trabajado, nos quedó un
sabor dulce en el corazón con esas imágenes que ya no se borrarán: la alegría
cuando comenzó a brotar el agua del pozo, el llanto del viejito con la manta en
sus manos, la acogida calurosa de los hermanos Meyer, el almuerzo en familia
todos apretaditos en la cocinita del campo calentitos (afuera heló casi todo el
día), el descubrir nuevamente el camino después de andar km por cañadones sin
huella, la soledad del anciano en la puerta de su ranchito… Gracias Señor por
otro regalo, gracias por el honor de poder estar cerca de los últimos. Xavier
sm